En 1948 el joven Jorge Altamiranda le pidió ayuda a su papá para hacer un Joselito Carnaval gigante, de tres metros de alto, pero él viejo se negó a ayudarlo. El hombre era artesano y hacía estructuras y carrozas pero se negó a ayudar a su hijo alegando que era muy peligroso hacer un muñeco tan grande “porque se podía caer, hacerse un daño e incluso, matarse”.
Jorge se fue triste para su casa ubicada en el barrio Cevillar y le contó lo ocurrido a su esposa Adela quien le dijo que ella le ayudaba a hacer el Joselito Carnaval. Así que la joven pareja convirtió el patio de su casa en un taller y ambos trabajaron sin descanso hasta terminar el muñeco.
Cuando su papá vio el muñeco gigante caminando, moviendo los ojos, las manos, lloró de la emoción viendo el éxito de su hijo. Pero en las calles la gente corría despavorida. Se ganó el Congo de Oro. En 1949 sacó un Rey Momo gigante y volvió a triunfar.
En vista del éxito de Jorge Altamiranda con sus gigantes, la Cervecería Águila lo llamó y le ofreció un jugoso contrato de publicidad pero con la condición de que en vez de muñecos fueran dos muñeconas gigantes que llevaran el aviso de la popular cerveza en el pecho y en la espalda. Así nacieron en 1950 Las Gigantonas de Jorge Altamiranda.